Las historias, como los niños/as, nacen de los deseos. La nuestra nace de el deseo intenso que tienen el papá, la mamá y el abuelo de un niño llamado Oscar, de contar a los presentes la aventura maravillosa que vivieron la noche anterior al quinto cumpleaños del niño.

Aquella noche mágica cambió sus vidas. El tren de juguete les invitó a explorar otros imaginarios. Viajaron con él desde la realidad estresante, llena de preocupaciones y mensajes televisivos hasta el mundo imaginario del juego.

Así todo cambió aquella noche, hasta el pequeño apartamento de la familia, que resultó tener escondido en su interior un bosque de luna. En él, en compañía de los juguetes de Oscar, redescubren el placer de reír y de jugar, mientras persiguen monstruos, sorben ruidosamente la sopa, o ponen manos a la masa para hacer un gran pastel de cumpleaños.

Finalmente en el bosque de luna, los padres encuentran el mejor regalo para su hijo: el tiempo y el placer para jugar.

El juego es un territorio necesario para el encuentro con los niños/as, una posibilidad feliz para la relación entre pequeños y grandes. Es además la forma natural en la que los niños/as se confrontan con el mundo y crecen. Y también el camino, para los adultos, de vivir una vida plena, llena de deseos.

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